UN VIDEO DE ROSAS IGLESIAS
LA TRISTECITA
Sangre en el ceibal 
que se vuelve flor 
yo no sé por qué 
hoy me hiere más 
tu señal de amor. 
Zamba quiero oír 
al atardecer 
capullo de luz 
que quiere ser sol 
y no puede ser. 
Ay, tristecita, 
tristecita igual 
que llovizna azul 
murmurándole al cañaveral. 
El viento la trae 
se la lleva el sol 
sueño en el trigal 
y sobre el sauzal 
lamento de amor. 
Ya Siento llegar 
del cerro su voz 
pañuelo ha de ser 
y lo he de prender 
sobre el corazón. 
Ay, tristecita, 
tristecita igual 
que llovizna azul 
murmurándole al cañaveral.
Comentario de Cucho Marquez:
Desde 1943 el maestro santafesino Ariel Ramírez vive dedicado a su carrera artística de compositor y pianista. En 1950 llegó con su música a Europa, recorriendo desde Italia, Austria, Suiza, Alemania, Holanda, Reino Unido, Francia y España. 
No fue un camino de rosas, como el mismo nos cuenta: 
"Mi vida transcurrió en una digna pobreza, habitando sucesivamente en hoteluchos, colegios religiosos, conventos, hospitales, casas de amigos y Universidades". 
Años antes había compuesto esta zamba de la que  nos cuenta su autor: 
"Recuerdo LA TRISTECITA, primera zamba que compuse allá por 1945 en Tucumán. Yo era un necesitado, no tenía ni cinco. Había decidido conocer el resto del país, porque necesitaba acercarme a todo ese universo musical que desde mi natal Santa Fe no se podía aprender. Por entonces vivía, invitado por la familia Mothe, en una casona que está a las afueras de Simoca, era una construcción bellísima, rodeada de jardines, en medio de los cañaverales... Me gustaba caminar por allí sólo pensando...  de pronto, oí que me llamaban, eran las cinco de la tarde y, como buenos descendientes de franceses, tenían el hábito de tomar el té, siempre a esa hora. La mesa estaba tendida, pero aún no había nadie; era costumbre esperar para disfrutar de la compañía. Y entonces fuí directamente al piano, me senté y toqué por primera vez una zamba completa, como si la hubiese sabido por años. La dueña de casa que estaba escuchándome comento 
-¡QUE ZAMBA TAN TRISTECITA! ¿COMO SE LLAMA?. -  
 LA TRISTECITA, le respondí y durante ese día creo haberla repetido unas doscientas veces. Tal era mi entusiasmo y asombro... Mi primera esposa, María Elena Espiro, le puso luego una hermosa letra que comienza con una logra metáfora".  
Y no seré yo quien agregue una palabra más a lo dicho por el Maestro del Folklore y que gentilmente me trasmite su actual esposa, Inés.